1Miembro del comité editorial
Los muy diferentes y contradictorios conceptos, mensajes o gestos en los discursos del Sr. Trump desde que emergió como candidato a la nominación presidencial de los Estados Unidos de América son ya bien conocidos y censurados.
Ahora se hace necesario prestarle atención a pesar de lo incongruente, negativo y agresivo que lo caracteriza, ya que se trata de un ejecutivo de gran poder, que no parece considerar ni el daño que puede hacer, ni la oposición que genera.
Lo que se propone, no avanzando mucho aún en los asuntos relativo a política migratoria, servicios de salud, cambio climático y relaciones con Cuba, son en todos estos epígrafes posiciones de fuerza y agresiones, que conducen a daños de diverso tipo contra personas, instituciones y países, de gran perjuicio en lo que a la salud humana le concierne.
En todos estos aspectos la administración anterior, presidida por Barak Obama, se orientó en dirección contraria, aunque sin avanzar a verdaderas soluciones, el espíritu imperial se dejó sentir.
Sin embargo, la embestida sobre lo que Obama alcanzó, embestida que pretende borrar todo lo hecho por esa administración, parece tener una carga de odio racial: borrar los resultados de un presidente negro de los Estados Unidos de América, que derrotó en dos ocasiones a un candidato blanco, rico, protestante y de la extrema derecha.
A esto tenemos que enfrentarnos los cubanos todos. Sin miedo, sin concesiones. El principal campo de batalla es el de las ideas, así nos lo enseñó Fidel. También lo económico, cultural y la importante seguridad nacional y defensa.
Tenemos poderosas armas estratégicas. Un escudo invulnerable es la historia de la Revolución que como también nos dijera Fidel, empezó en el 68 del siglo XXI y continua hoy, resistiendo y venciendo, sobre el principio de la unidad del pueblo y su Partido. A esta defensa le acompaña el ataque con la poderosa espada de la ética, que se incluye en el concepto de Revolución, y debemos manejar como en los míticos de leyendas e historias del Cid Campeador con sus espadas Colada y Tizona, o con las de la epopeya del Rey Arturo, Escalibur, que nunca fueron vencidas.
Son la historia y la ética de la Revolución y del Partido, nutridos con el trabajo político, científico, técnico, educativo y artístico de todo el pueblo, nuestras armas absolutas para resistir y vencer. En todos los sectores, y el de la salud que tanto ha logrado ya, deberán rebasar lo que se hizo y obtener hecha realidad aquella idea de “salud para todos”, o la de nuevo impulso “de la cobertura universal” de un Sistema Nacional Único de salud estatal socialista. Así piensa un trabajador de 57 años dedicados al trabajo salubrista y de ideología marxista, martiana y fidelista.
Fechas de Publicación
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Jan-Mar 2018