América Latina fue uno de los epicentros de la pandemia de COVID-19. En marzo del 2022, esta región, que solo representa el 8,4% de la población mundial, tenía más de 65 millones de casos confirmados, o el 15% de los casos en todo el mundo, y más de 1,6 millones de muertes, o el 28% del total mundial. La contracción del producto bruto nacional de América Latina como resultado de la pandemia se estima entre el 7 y el 10%, lo que ha aumentado el desempleo y la pobreza y ampliado la desigualdad de ingresos. Además, como ha ocurrido en otros países, la enfermedad ha afectado desproporcionadamente a los grupos más pobres y vulnerables de la población.
En los últimos 50 años, América Latina ha sufrido más de 4 500 desastres naturales que han causado la muerte de casi 600 000 personas y lesiones a más de 3 millones, además de provocar importantes pérdidas económicas. La pandemia de COVID-19 ha aumentado estas cifras y ha socavado aún más la capacidad de los sistemas de salud en diversos entornos. Los investigadores han tenido que estudiar rápidamente el diagnóstico, el tratamiento y la inmunización para un nuevo patógeno. Los trabajadores de salud han tenido que hacer frente a una emergencia ingente y prolongada, que ha implicado en diversos momentos una escasez de respiradores, camas en las unidades de cuidados intensivos y equipos de protección personal. Han tenido que producirse pruebas diagnósticas en cantidad suficiente y aumentarse la capacidad de los laboratorios. Y se ha requerido la integración de mecanismos a nivel global, regional y nacional para garantizar la disponibilidad de insumos médicos básicos, diagnósticos, terapéuticos, y vacunas, entre otros.
Las autoridades de salud han tenido que formular repetidamente directrices actualizadas en un contexto de constante evolución de la evidencia. Ha sido necesario comunicar información fundamental a la población y contrarrestar la desinformación y los movimientos sociales opuestos a las medidas de prevención o la vacunación.
A nivel internacional, intercambiar información sanitaria, recursos y vacunas de manera amplia, transparente y oportuna se ha convertido en una prioridad. El desempeño de los sistemas nacionales de salud y, en última instancia, la salud, morbilidad y mortalidad de la población mundial han sido el resultado de las complejas interacciones entre sistemas interdependientes, como los descritos. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 también ha exacerbado las brechas preexistentes en las estrategias de protección social.
La respuesta a la pandemia de COVID-19 y la mitigación de sus efectos han sido desiguales, con importantes diferencias en función de las condiciones sociales y económicas y las medidas adoptadas por los gobiernos. En América Latina, alrededor del 60% del empleo es “informal”, con 140 millones de personas que deben presentarse a trabajar para ganarse la vida, lo que hace que para muchas de ellas el distanciamiento social sea casi imposible. Además, el 21% de las personas viven en barrios marginales urbanos, asentamientos informales o viviendas precarias, con hacinamiento y falta de servicios básicos como agua potable y saneamiento. Estas condiciones han facilitado la propagación de la enfermedad, así como los consiguientes traumas vitales, la interrupción de los servicios, la violencia interpersonal y los problemas de salud mental.
Para abordar la actual crisis de la atención sanitaria y prepararse ante futuras emergencias se requerirá que todos los gobiernos fomenten la resiliencia mediante la introducción de reformas estructurales para mejorar la sostenibilidad fiscal y fortalecer la infraestructura requerida para la salud pública, las comunicaciones y los programas sociales. Esto incluye ampliar la cobertura universal de salud y el acceso universal a la salud. Las herramientas digitales pueden proporcionar una solución útil para prestar servicios de salud a los grupos poblacionales remotos y dar continuidad en la atención ante la disrupción de estos, al tiempo que mejoran la educación y los conocimientos sobre la salud, así como la lucha contra la desinformación y la información errónea difundidas entre la población.
Los científicos y los profesionales de la salud también deben desempeñar un papel proactivo en la comunicación y el suministro de información y evidencia al público, acortando la distancia entre los profesionales y otros miembros de la sociedad. Por último, la mejora de la infraestructura regional y la preparación ante las crisis sanitarias son fundamentales para que América Latina pueda mejorar su capacidad de respuesta frente a los futuros desafíos en el ámbito de la salud. Esto requerirá crear la infraestructura necesaria para la atención de salud, la investigación y la producción de medicamentos, así como mejorar la formación y el entorno laboral de los trabajadores de salud y las condiciones que afectan su bienestar.
Estas iniciativas serán costosas y necesitarán voluntad política. Esperamos que este suplemento conjunto del American Journal of Public Health y la Revista Panamericana de Salud Pública contribuya a arrojar luz sobre la preparación ante emergencias en América Latina y sobre su experiencia con la pandemia de COVID-19, y que contribuya a encontrar soluciones a sus complejos desafíos.
Declaración.
Las opiniones expresadas en este manuscrito son únicamente responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente los criterios ni la política de la RPSP/PAJPH o de la Organización Panamericana de la Salud.
- Financiación.El número especial sobre preparación frente a emergencias y desastres fue financiado por la Organización Panamericana de la Salud.
- Contribución de autores.Todos los autores contribuyeron a la concepción del manuscrito y aprobaron la versión final.
- Conflictos de intereses.Ninguno declarado.
Fechas de Publicación
- Publicación en esta colección
17 Abr 2023 - Fecha del número
2022
Histórico
- Recibido
25 Mayo 2022 - Acepto
06 Jun 2022