Se me ha pedido que responda los valiosos comentarios de tres figuras del pensamiento crítico del Brasil al respeto de mi breve ensayo acerca de la cyber-determinación.
Primeramente, lo hago con una profunda gratitud hacia la Revista Brasileira de Epidemiologia por ofrecernos su valiosa plataforma para difundir el diálogo enriquecedor que plantean los comentarios. En segundo lugar, con un fraternal agradecimiento a estas tres personalidades, por haberme ayudado con sus agudas observaciones a posicionar y a profundizar temas cruciales de un debate urgente para la epidemiología actual.
Habría mucho que decir sobre las inquietudes y líneas de los análisis enunciados por Ayres, De Oliveira y Soares; todas los cuáles encarnan preocupaciones trascendentes que se acoplan de modo general con mis tesis centrales: la necesidad de consolidar un paradigma crítico innovador para la epidemiología; los grandes desafíos que esto implica para una visión contra-hegemónica de la salud y su determinación y, más específicamente, la importancia de inscribir en ese movimiento de la salud una nueva teoría sobre el espacio, el poder y el rol de los procesos del cyber-espacio.
Un acuerdo recurrente en los comentarios es la necesidad de penetrar con esta oportunidad en el conocimiento del rol de las formas de sociabilidad, la formación de falsas sociabilidades y sus implicaciones en la determinación de procesos malsanos o saludables.
En este sentido, Ricardo Ayres propone que, para repensar las formas de sociabilidad - cruzadas por los fenómenos y recursos del espacio cibernético -, debemos aplicar el arsenal del pensamiento crítico desde sus varias fuentes y comprender mejor las formas colectivas de resistencia y superación de las falsas sociabilidades que se reproducen en el sistema capitalista. En ese afán de comprender los mecanismos y las formas de intersubjetividad, se sugiere trabajar con categorías que le han servido en su práctica de lucha por la salud de los adolescentes, como son las de reconocimiento e irrespeto ("desrespeito ") o no-reconocimiento. Para él, también siguiendo a Honneth, es clave el análisis del reconocimiento/no-reconocimiento como un proceso vital en la dinámica constitutiva de los sujetos, la identificación en el plano de las relaciones interpersonales, el ejercicio de los derechos y la estima social en situaciones de irrespeto que denuncian la opresión.
En esa misma línea, es rescatada la idea de Lucács de la cosificación, tanto de las personas como de las relaciones sociales. Honneth amplía el concepto y plantea la cosificación o reificación como "olvido del reconocimiento", que se produce en el enlace práctico de las personas y que origina las identidades objetivas que atribuimos a las cosas, a los otros y a nosotros mismos, condenándonos así a identidades rígidas y unilaterales, las cuales empobrecen los espacios para una reconstrucción crítica de la realidad.
Los tres comentaristas destacan en su análisis el argumento de que hay expresiones progresistas y potenciales críticos que se expresan en la red global. Marcos De Oliveira piensa que ese es un punto que mi trabajo no recoge con suficiente profundidad, lo cual, según él, estaría demostrando un sesgo "extremista" en mi análisis. Él como la compañera Cassia insiste en la importancia de reconocer los usos colectivistas y progresistas que se han dado a las redes sociales y reclaman que mi ensayo no haya dado un espacio suficiente al análisis de dichas opciones. No cabe duda de que esta cuestión que ellos plantean tiene relevancia, pero considero a su vez que amerita unas reflexiones que nos impidan caer en un callejón sin salida, frente al descomunal poder de manipulación y dominio cibernético de las grandes corporaciones que comandan el mundo capitalista.
En primer término, es cierto que con los valiosos argumentos sobre sociabilidades sustitutivas y opciones para la lucha cibernética que han ofrecido mis comentaristas, podemos aproximarnos al análisis de las opciones de acción en las redes alternativas que sean históricamente sustentables. Me preocupa, en cambio, que un énfasis unilateral de dichas opciones, al margen de un cuidadoso análisis de la teoría de las asimetrías del poder y de un encuadre estratégico de fortalecimiento de las organizaciones históricas de las clases subalternas, se podría confundir una intencionalidad encomiable con la viabilidad real de una second life transformadora. Dicho de otro modo, si "lo alternativo" se enuncia como la substitución radical de los mecanismos históricos de organización y sociabilidad política, estaríamos renunciando, sin beneficio de inventario, al patrimonio social más importante que la lucha de obreros, campesinos y ciudadanos organizados ha dejado a la humanidad en el terreno de la vida real, como quien dice en la first life , para remplazarlos, acríticamente, por vías virtuales de una sociabilidad substitutiva, cuya consistencia transformadora queda aun por demostrarse, incluso después de los efectos momentáneos pero dramáticos de la primavera árabe, o de los chispazos de movilización estudiantil en la primavera quebequense, o de los ciclos de ocupación anti Wall Street.
En según término, la asimetría que Marcos De Oliveira acertadamente describe en mi ensayo, entre la mayor extensión de los textos enfocados a la crítica de la hegemonía cibernética y los malos usos de las cibertecnologías, respecto a la parte más abreviada en que expongo la necesidad de vías alternativas y rescate que habría que hacer sobre el lado progresista potencial de las mismas, no es el resultado de omisión o desdén alguno, sino que es el producto de mi deliberada decisión de otorgar primacía al análisis del ciberespacio como uno monopolizado por contenidos y prácticas ligadas a la acumulación de capital y la subsunción de los usurarios.
Al hacerlo, no deje de pensar en una persistente lección que me ha ofrecido mi experiencia en disyuntivas semejantes de la salud colectiva latinoamericana. Varias veces en mi vida he debido enfrentar el dilema de si una herramienta generada en la lógica del sistema puede ser usada en lo sentido emancipador. Así, por ejemplo y en otro orden de cosas, en los años 70 me enfrenté a la disyuntiva de apreciar si la llamada "medicina comunitaria", que surgió de los think tank tecnocráticos del poder internacional, fue adecuada para nuestra lucha, es decir si la proclama de que se había concebido para cumplir la meta de "salud para todos" podía tener un uso progresista para la reforma de salud y avance de nuestros programas universitarios o, si por el contrario, era un instrumento de mediatización del tipo de reforma que en esos años nos motivaba. En ese momento, tomé parte junto con quienes pensábamos que, en efecto, era una estrategia negativa y escribí un trabajo denominado "La medicina comunitaria: una nueva policía médica" que mi querido amigo Vicente Navarro publicó en el International Journal of Health Services . Varios colegas y entrañables amigos cuestionaron entonces mi posición como un hipercriticismo. La historia nos demostró luego que la práctica y las implicaciones de la medicina comunitaria que se generalizaron en la mayoría de espacios, llevaron a una práctica hegemónica de mala calidad para pobres y no a una reforma profunda del sistema de salud. Así mismo, en años más recientes, varios de nosotros nos hemos posicionado críticamente frente a la teoría de los "determinantes" sociales de salud de la Organización Mundial del Salud como una mediatización distractora de las tesis latinoamericanas sobre la determinación social de la salud. Ante esto, varios colegas plantean igualmente que no debemos asumir una estrategia de confrontación sino más bien una salida ecléctica de reconocer las dos vertientes como válidas. Nosotros pensamos que la noción de los "determinantes" en la construcción teórica que está inmersa implica una nueva fragmentación del proceso histórico capitalista, o sea, una recreación favorable de modo explícito a esa llamada gobernanza del sistema.
Por lo tanto, lo que la experiencia nos ha demostrado es que este tipo de disyuntivas entre los posibles usos de ciertas prácticas y los "usos progresistas" se resuelve siempre a favor de los procesos dominantes del poder, y los buenos usos quedan siempre como marginales intentos. Por eso, yo he preferido frente a ese juego dialéctico asumir siempre la crítica sin concesiones, aun con el riego de sobredimensionarla, antes que hacer concesiones a los procesos implacables y malsanos de la subordinación social.
De todas maneras, estoy seguro que la saludable preocupación que se refleja en la sugerencia de mirar con más cuidado a las implicaciones, digamos positivas, de los productos cibernéticos, es un aspecto que nos debe ocupar a quienes estamos incurriendo en el análisis de las nuevas tecnologías de información y comunicación para el quehacer contra-hegemónico.
Cuestión de enorme trascendencia pues inclusive en estos años ha surgido la tesis de que el fin del capitalismo ha empezado en los cambios de la tecnología informática, en lo que Allen Lane en su escrito utópico ha llamado "poscapitalismo". Varios como él argumentan que el fin del sistema está llegando por tres cambios mayores que traen la tecnología de información: primero, al reducir la necesidad de trabajo, borrando los límites nítidos entre el trabajo y el tiempo libre; segundo, porque la información está corroyendo la habilidad del mercado para forjar los precios y contrarrestar la habilidad de las corporaciones de monopolizar los bienes; y tercero, por que está permitiendo el ascenso histórico de la producción asociativa al margen del mercado.
La salud colectiva y la izquierda sanitaria entonces tienen por delante una seria responsabilidad de posicionarse, de estudiar las nuevas utopías y de emplear este tipo de discusiones en la construcción de ese otro y saludable mundo que permitirá sobrevivir a una especie amenazada.
Fechas de Publicación
- Publicación en esta colección
Out-Dec 2015